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CLÍNICA DE LA MUJER LUDÓPATA Prof. J.A. Ramos Brieva. Servicio de Psiquiatría. Hospital "Ramón y Cajal" de Madrid. La ludopatía es un trastorno adictivo sin sustancia, tan viejo como la Humanidad, que no ha recibido reconocimiento como entidad nosológica propia hasta hace tan sólo veinte años. Los juegos que generan esta adicción son básicamente los de azar. Aquellos que permiten el cruce de una apuesta con expectativas de recoger una recompensa económica inmediata. Y como toda adicción, su curso es crónico, no tiene cura, hoy por hoy, aunque se puede controlar. La prevalencia de la ludopatía se sitúa en España entorno al 2% de la población adulta y de la adolescente. Eso supone un total de 1.000.000 de personas afectadas por este trastorno en nuestro país, aproximadamente. Pero existen otros sujetos conocidos como "jugadores-problema" que sin reunir los criterios diagnósticos de ludopatía, tienen una implicación tan desproporcionada en los juegos de azar que presentan un alto riesgo de caer en la adicción. La extensión del "juego-problema" en España alcanza a un 3% de la población, lo que suponen otras 900.000 personas con dificultades relacionadas con los juegos de azar como mínimo. Entre ludópatas y "jugadores-problema" se reúne así un total de 2.000.000 de afectados directamente por el juego. A los que habría que añadir al menos un familiar indirectamente perjudicado por el mismo. El carácter vergonzante de la alteración impide conocer con certeza cuantas de tales personas afectadas directas son mujeres. Los datos existentes en nuestro país señalan que al menos un tercio de los ludópatas pertenecen al género femenino. Pero solicitan ayuda muchas menos. La representación de mujeres en los grupos de ludópatas de nuestra Unidad, en funcionamiento desde 1981, nunca ha superado el 15% del total de los asistentes. El patrón clínico que presenta la mujer ludópata, si bien reúne pocas características sigularizadoras, puede sistematizarse del modo que sigue. Inicio más tardío que en los hombres, en torno a la adultez media. Su adicción se concentra, principalmente, en las máquinas recreativas con premio ("tragaperras") y el bingo; en menor medida a los juegos de casino. Como los hombres, no suelen tener asociadas otras patologías psíquicas, si bien la depresión y el estrés son frecuentes como elementos facilitadores iniciales, o como consecuencia de la situación generada por la adicción. Así, frente a situaciones de vacío, soledad, o pérdida, mujeres hasta entonces bien adaptadas comienzan a jugar como un remedio para cubrir esas ausencias. Aunque unos pocos casos pueden "engancharse" desde las primeras apuestas, sobre todo si reciben un premio importante, lo frecuente es que la adicción se desarrolle insidiosamente y sin conciencia de tener un problema. La jugadora de bingo frecuentemente se inicia en él como una actividad social que facilita la relación con otras mujeres en situación similar. Lo que les permite ocupar un espacio temporal que de otro modo estaría vacío. Pero también se da la ludópata de bingo solitaria, sobre todo cuando el número de horas dedicadas al juego sobrepasa la que las amigas no ludópatas están dispuestas a compartir. La ludópata de "tragaperras" es, básicamente, una jugadora solitaria. Y el estereotipo común, por otra parte cierto, es el del ama de casa que aprovecha la salida de casa para realizar el avituallamiento del hogar, para jugarse el presupuesto destinado a los gastos del día. La ludópata juega inicialmente por el placer que le proporciona la apuesta. Pero, finalmente, se verá envuelta en la adicción movida por la fantasía -patognomónica- de recuperar las cantidades anteriormente perdidas. Pues, en los juegos de azar, las leyes de probabilidades están siempre en contra del jugador. En ocasiones, el paso de una condición a otra puede hacerse en pocos meses. En otras, pueden pasar varios años. La ludópata siempre minimizará sus pérdidas, a pesar de ser consciente de que su economía cada vez se resiente más. Y magnificará el recuerdo de las ganancias circunstanciales, que nunca llegan a consolidar, pues son "invertidas" -y perdidas- inmediatamente en otras máquinas o en otros cartones. Sin advertirlo, la ludópata verá que el juego representa el eje principal de su vida. Y por su carácter secreto, le obligará a mentir continuamente para ocultar el tiempo que le dedica, las pérdidas económicas que le ocasiona, y las dificultades que encuentra para adquirir los bienes cotidianos representados por el alimento diario o los zapatos de sus hijos. Es típico no llegar nunca a fin de mes. El problema puede permanecer oculto durante años. Nosotros tenemos un caso en el que el esposo advirtió la ludopatía de su mujer después de jubilarse él. Ella había sido ludópata durante la mayor parte del matrimonio. Que permanezca oculto durante muchos años depende de varias condiciones: la disponibilidad económica autónoma, la existencia de un familiar que examine los movimientos bancarios, la reclamación de préstamos realizados por entidades, o personas que alerten a la familia sobre los movimientos o los préstamos que solicitan estas mujeres. Es típico que la ludópata entienda que su problema no afecta a nadie en la medida que se gasta su propio dinero; el conseguido con su trabajo (que no considera dinero familiar). Las pérdidas económicas, los apuros económicos pasados para cubrirlas, el sufrimiento que esa situación le genera, la inseguridad permanente de ser cogidas en alguna mentira terminan por crear un estado de irritabilidad, aislamiento familiar, social y laboral que ocasionan ansiedad, depresión, irritabilidad e inestabilidad personal. Las ludópatas suelen ser traídas a los servicios sanitarios por sus familiares sin que hayan alcanzado una certeza de padecer una adicción que genera problemas personales y familiares. Y el descubrimiento suele ser casual, habitualmente por los agujeros económicos que ocasionan.
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