Las situaciones de vulnerabilidad y violencia
presentes en muchas consumidoras compulsivas de drogas son un reflejo de la realidad de
las mujeres en la sociedad más amplia. Varones y mujeres no han sido iguales
jurídicamente hasta la entrada en vigor de la Constitución Española de 1978. Las
mujeres estaban subordinadas al varón para trabajar, realizar donaciones, disponer de sus
bienes, obtener pasaporte y una larga lista de acciones de las que hoy disponen todas las
mujeres sin la autorización de su padre o su esposo. Esta discriminación jurídica es la
base de muchas de las desigualdades entre varones y mujeres, sin embargo, cuando las
disparidades quedan abolidas permanecen las consuetudinarias, mucho más difíciles de
erradicar.
En las desigualdades de género, ya sean
legales o por tradición, encontramos las relaciones jerárquicas y asimétricas entre
varones y mujeres propias de la sociedad patriarcal. Estas diferencias son construidas
social y culturalmente, otorgando supremacía, control y poder a los varones sobre las
mujeres. Desde estas premisas el principal factor de riesgo para sufrir algún tipo de
violencia o encontrarse en situación vulnerable es ser mujer1.
Por tanto, ser mujer y, en el caso que nos
ocupa en esta exposición, ser usuaria compulsiva de drogas son los dos principales
factores para encontrarse en situación de vulnerabilidad y/o violencia. Entendemos una
situación de vulnerabilidad, en las que las mujeres carecen de poder, independencia e
igualdad, como una fase previa al desencadenamiento de conductas violentas hacia las
mujeres. De tal forma, que circunstancias de vulnerabilidad, desencadene o no violencia,
son vividas por las mujeres consumidoras en tres contextos cercanos a ellas.
En primer lugar, hablamos del entorno del
consumo de drogas. Todos los consumos de drogas no generan las mismas condiciones de
inseguridad y violencia a las mujeres. Deberíamos tener presente el tipo de uso y el
estatus de la sustancia que se consume a la hora de valorar las situaciones de
vulnerabilidad. De esta manera, el consumo compulsivo de heroína puede generar múltiples
situaciones de vulnerabilidad en las usuarias mientras que quizás el uso de éxtasis
puede producir muchas menos.
En segundo lugar, otro contexto cercano, y
con el que suelen entrar en contacto las usuarias de drogas, es el entorno de tratamiento
y atención a personas con drogodependencias. Este contexto también genera situaciones de
inseguridad y amenaza a las mujeres. De tal forma que la valoración y juicios hacía la
mujer, el tipo de actuación que se lleve a cabo y los estereotipos que muchos
profesionales proyectan en su intervención pueden ser decisivo para el abandono o la
cronificación del consumo de drogas, así como una forma de favorecer el sentimiento de
vulnerabilidad en las mujeres.
En tercer lugar, la sociedad de los no
consumidores de drogas conforma el tercer contexto de vulnerabilidad hacía la mujer
adicta, con sus críticas e intolerancia hacía ellas, encasillándola en la identidad de
consumidora a pesar del abandono del consumo. Cada sociedad o cultura marcan las normas de
comportamiento de las mujeres y las sanciones para quien las incumplen. Los malos tratos
individuales son manifestaciones específicas de los malos tratos estructurales2, en donde
siempre son los otros (los hombres, las estructuras sociales, etc.) los que producen estas
acciones violentas. Sin embargo, son muchas las acciones que generan violencia, humillando
y desprestigiando a las mujeres y, por tanto, reforzando la vulnerabilidad.
La vulnerabilidad y la violencia pueden estar
asociadas al consumo de drogas en las mujeres, pero solo una parte de éstas situaciones
suele cesar con el abandono del consumo, pues las causas no están en la persona victima
de la violencia sino en quien la hace vulnerable.