PSICOTERAPIA INDIVIDUAL DE LA
MUJER ADICTA
Dra. Pilar Blanco
Zamora
RESUMEN
Las adicciones son fenómenos
extremadamente complejos de abordar teniendo en cuenta no sólo la magnitud y extensión
de los trastornos que los acompañan sino el hecho de que se convierten en sucesos supra -
individuales en incluso supra - relacionales (sociales, educativos y culturales). Muchas
de las alternativas que históricamente han fracasado en dar respuesta a estos trastornos
lo hicieron no tanto por falta de rigor y de capacidad terapéutica sino por haberse
planteado como soluciones parciales a un problema global o por pensar que un único frente
terapéutico modificaba lo suficiente la adicción como para resolverla en su conjunto.
Durante mucho tiempo la
psicoterapia individual fue el tratamiento de primera elección para las adicciones. El
uso y abuso de sustancias se consideraba como la manifestación sintomática de conflictos
psicodinámicos subyacentes que requerían ser abordados como condición necesaria para
interrumpir el proceso adictivo. En el otro polo, el advenimiento de los programas de
mantenimiento con metadona reforzó en cambio la idea negativa de que la psicoterapia
pudiera ocupar un papel importante en el campo de las adicciones.
Hoy en día sabemos gracias a
múltiples estudios de probado rigor que la psicoterapia individual, conjuntamente con
otras herramientas terapéuticas como la psicoterapia de grupo, la terapia familiar y el
tratamiento médico farmacológico, promueve una mayor efectividad tanto en el
logro de la abstinencia como en su mantenimiento, mejora las medidas diseñadas a la
prevención de recaídas y favorece el proceso de reintegración social. Pero todo ello,
insisto, si la psicoterapia individual se enmarca en un proceso terapéutico global en que
el terapeuta nunca olvide la dimensión adictiva de los pacientes que trata.
Hasta hace relativamente poco
tiempo resultaba tan obvio que la asistencia en el campo de las adicciones era algo común
a ambos sexos que se hablaba de los adictos para hacer referencia a la globalidad de la
población atendida sin apercibirse de que el modelo que subyacía tras dichas
afirmaciones sufría una deformación connotada por la propia realidad asistencial, es
decir, por el abrumador predominio de pacientes varones. No es de extrañar entonces que
las mujeres adictas fueran tratadas como casos atípicos no sólo por su menor presencia
sino porque en no pocas ocasiones ellas mismas evitaban acudir a servicios de atención
profesional.
La incorporación de la mujer
ha supuesto que en el campo de las adicciones hayan dejado de ser circunstancias
excepcionales para convertirse en foco de atención y preocupación de los profesionales
que intervenimos en el mismo. Pero hacer psicoterapia con una mujer adicta no es hacer una
psicoterapia cualquiera, ya que no debemos olvidar, por una parte, que al tratarse de una
adicción el factor curativo (deshabituador) debe estar SIEMPRE presente en el plan
terapéutico y con él la posibilidad de una recidiva o recaída y, por otra, que las
peculiaridades y características específicas de la mujer adicta hacen que el abordaje
individual revista ciertas dificultades muy relacionadas con los aspectos diferenciales de
las adicciones femeninas.
Como hilo conductor del
presente trabajo dividiremos el mismo en tres apartados:
- El "Qué": Los principios y las
técnicas utilizados con adictas son similares a los usados con otros pacientes. Sin
embargo, para tratarlas con eficacia tenemos que manejar con soltura y saber combinar
adecuadamente el binomio toxicofília - reestructuración. Resulta tan peligroso
considerar que la adicción es un síntoma de procesos psicopatológicos subyacentes o un
trastorno de personalidad donde los esfuerzos de la psicoterapia se han de dirigir a la
reestructuración de los elementos dañados como centrar todo el proceso en el aspecto
toxicofílico del individuo.
Para que la terapia
individual resulte efectiva con mujeres adictas debe abarcar las siguientes dimensiones:
- Dimensión Adictiva: Que implica el abordaje
de situaciones como el craving, los deseos de consumo, los factores de riesgo, los
hábitos ligados al estilo de vida adictivo, etc. A este respecto, posee una importancia
sustancial clarificar y establecer elementos normativos que aseguren el proceso tales como
límites, supervisión familiar, control férreo del consumo, locus de control, etc.
Mención aparte merecen las
llamadas Áreas Básicas de la adicción (dependencia, desvitalización, mixtificación y
autocontrol) dado que, de manera muy extractada, postulamos que todo sujeto adicto sufre
cuatro grandes trastornos cuya interacción patológica da como resultado el fenómeno
adictivo global. A estos trastornos son los que denominamos "Áreas Básicas" y
pueden considerarse indicadores evolutivos de primer orden, requiriendo por ello una
atención especial lo largo de todo el proceso terapéutico. A este respecto, las
características diferenciales de las mujeres adictas a tener en cuenta en terapia
individual serían:
- Mayor desvitalización.
- Menor capacidad autónoma (por tender a
depender frecuentemente de alguien), con mayor presencia de dependencia emocional y, sobre
todo, de bidependencia.
- Dimensión Interpersonal (estructural): El
caos al que se ve abocada la mujer adicta (elemento patognómico donde los haya de la
psicopatología toxicofílica) se produce tanto a nivel psicológico como relacional y
vital, por lo que no basta con curar o deshabituar, también hay que reestructurar, es
decir, trabajar el núcleo psicológico de la paciente de manera suficiente, procurando
analizar y reconstruir aquello que indefectiblemente pueda llevarla a sufrir crónicamente
y tornar al consumo porque su vida no le satisfaga. En las adicciones femeninas aparece
como prioritario el abordaje de lo psicoafectivo y de lo relacional (bidependencia) pues
la reestructuración afectiva y la expresión adecuada de emociones propician la
adquisición de una autonomía personal y detiene la dinámica de sojuzgamiento a que se
acostumbra a la mujer.
- El "Cuándo": En este apartado se
hablará de cómo se van trabajando las dimensiones antes descritas en las distintas
etapas de la terapia individual y de igual forma se incidirá en la actitud del terapeuta
a lo largo de las mismas, inicialmente basada en un enfoque intervensionista y directivo
que dé paso a una postura no directiva a medida que la adicta va siendo capaz de
establecer y de mantener sus propios límites y de transformar su locus de control externo
en otro interno.
- El "Cómo": Tal como se dijo
anteriormente, los principios y las técnicas utilizados con adictas son similares a los
usados con otros pacientes. En nuestro caso subsumimos la técnica aplicada al programa
terapéutico, que es la referencia final para todos los psicoterapeutas. Esta
circunstancia se pone de relieve más en el caso de sujetos que realizan tratamiento
grupal o combinado pues en el de los que exclusivamente reciben psicoterapia individual su
proceso depende en mayor medida del psicoterapeuta y su bagaje técnico.
Quien esto suscribe, en pro
de la eficiencia y eficacia finales, emplea y defiende un modelo terapéutico integrador
que se valga de aquellas técnicas que hayan probado su efectividad, que trate de la
manera más adecuada cada caso y que no albergue prejuicios que limiten la práctica
terapéutica. Decir finalmente que, a la hora de instrumentar la intervención, resulta
importante diferenciar el proceso de cambio terapéutico de las técnicas utilizadas. El
modelo transteórico de Prochaska y DiClemente considera el tratamiento de las conductas
adictivas como la aplicación de diferentes estrategias de intervención durante los cinco
estadíos del cambio. Para ello es fundamental que el terapeuta sepa en qué estadío de
cambio se encuentra el paciente así como que conozca las técnicas y estrategias a que va
a recurrir para lograr cada uno de los objetivos propuestos, ayudando así al sujeto a
progresar hacia el estadío siguiente